Escuchar

“Dichosos… los que escuchan la palabra de Dios y la obedecen” 


(Lc. 11, 28).

Bartimeo, a gritos decía: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. (Lc. 18, 35-43), Todos lo querían hacer callar, y él clamaba más fuerte todavía. Bartimeo es ciego y no tiene quien lo escuche. Jesús escucha su grito y cuando lo encuentra lo deja hablar. Como hermanas dominicas, el saber escuchar es el primer paso en nuestra misión, como dice el Papa Francisco el apostolado del oído, “escuchar, antes de hablar”. En el relato vemos que muchos de los que estaban con Jesús imprecaban a Bartimeo para que se callara. Para Jesús, en cambio, el grito del que pide ayuda no es algo molesto que dificulta el camino, sino una interpelación vital, como dominicas lo más importante es escuchar la vida, la vida que late, las necesidades del prójimo, escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos.

Que Dios nos conceda la gracia de un corazón dócil para escuchar los gritos, los dolores, los sufrimientos de los que están a nuestro lado. El Papa Francisco decía “el grito de los pobres es el grito de esperanza de la Iglesia”. Haciendo nuestro su grito, estamos seguros que nuestra oración, atravesará las nubes (cf. Sir 35,17).

La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas para sanar el alma, para restituir justicia y para ayudar a reemprender el camino. Es también una invitación para nosotras de estar atentas a esas angustias de tanta gente que está a nuestro lado, que camina por nuestros barrios, por nuestras ciudades, y así multiplicando nuestros gestos de amor y solidaridad, guiados por el evangelio, por la Palabra de Dios, nos identificamos con este Dios que escucha, responde y libera a su pueblo como decía el Obispo Jorge Novak, “Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”.

“Un corazón que perteneció por entero a Dios, que se sintió amado fuertemente por Dios, que amo solo a Dios”

Madre Cherubine