Formación

La formación religiosa promueve el desarrollo de la vida de consagración al Señor, desde las primeras etapas en que una persona empieza a interesarse seriamente por ella hasta su consumación final, cuando el religioso encuentra definitivamente al Señor en la muerte.

La formación es el proceso de llegar a ser más y más un discípulo de Cristo, creciendo en unión y en configuración con Él. Se trata de ir asimilando cada vez más el Espíritu de Cristo, de compartir más intensamente su don de sí mismo al Padre y su servicio fraternal a la familia humana. De hacerlo de acuerdo con el don fundacional de nuestra Congregación, por medio del cual fluye el Evangelio hacia cada una de las hermanas de la comunidad.

Tal proceso requiere una genuina conversión. «Revestirse de Cristo» (cf. Rm13, 14; Gal3, 27; Ef4, 24) exige desprenderse de la autosuficiencia y del egoísmo (cf. Ef4, 22-24; Col 3, 9-10). El mero hecho de «caminar según el espíritu» significa abandonar «los deseos de la carne» (cf. Gal5, 16). La hermana hace de este «revestirse de Cristo», con su pobreza, su amor y su obediencia, la tarea esencial de su vida. Esta es una tarea que nunca termina: antes bien, es un proceso constante de maduración, que abarca no solamente los valores espirituales, sino también todo aquello que contribuye psicológica, cultural y sociológicamente a la plenitud de la personalidad humana.


Solamente lo que merecemos para nuestra alma y la eternidad tiene valor, todo lo demás nos hace caer al polvo, o aumenta nuestra culpa.

Madre Cherubine