Misterios Luminosos

Introducción: Credo, Padre Nuestro, 3 Ave María (por la fe, la esperanza, la caridad), Gloria.

Primer misterio luminoso: El Bautismo de Jesús en el Río Jordan

Lectura

Entonces Jesús fue de Galilea al Jordán para que Juan lo bautizara. Pero Juan quería impedirlo, diciendo: "Soy yo el que necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" Jesús le respondió: "¡Déjame ahora, pues conviene que se cumpla así toda justicia!" Entonces Juan accedió a ello. Una vez bautizado, Jesús salió del agua; y en esto los cielos se abrieron y vio al Espíritu de Dios descender en forma de paloma y posarse sobre él. Y se oyó una voz del cielo: "Éste es mi hijo amado, mi predilecto". (Mt 3,13-17)

Reflexión

Podríamos imaginar a Jesús despidiéndose de su Madre para iniciar la misión que le fue encomendada, la cual duraría aproximadamente tres años. Llega al Río Jordán donde sabía que estaría Juan el Bautista preparándole el camino. Juan hacia confesar a la gente sus pecados y los bautizaba con agua para llamar al arrepentimiento y a la conversión. Jesús se presenta en medio de quienes también esperaban su turno para ser bautizados y pide públicamente el ser bautizado. ¡Juan al verlo le dice asombrado “yo soy el que necesito que tú me bautices!”, reconociendo a Jesús como nuestro salvador delante de todos, quien viene a bautizarnos con el Espíritu Santo para liberarnos del pecado original y hacernos hijos amados de Dios Padre; pero Jesús lo invita a unirse a Él para cumplir la Voluntad de Dios. Jesús nos muestra su humildad porque aun siendo el Hijo de Dios, se hace bautizar delante de tanta gente, permitiéndonos entender con este hecho la importancia que ha de tener el Sacramento del Bautismo en nuestras vidas. Juan Bautista nos deja el testimonio de haber visto el Espíritu de Dios en forma de paloma posarse sobre Jesús y haber escuchado la voz de un Padre complacido.

Padre Nuestro, 10 Ave María (meditando el misterio), Gloria

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Segundo misterio luminoso: Jesús en las Bodas de Caná

Lectura

Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea, en la que estaba la madre de Jesús. Invitaron también a la boda a Jesús y a sus discípulos. Se terminó el vino, y la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". Jesús le contestó: "¿A ti y a mí qué, mujer? Mi hora todavía no ha llegado". Su madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que él os diga". Había allí seis tinajas de piedra de unos cien litros cada una para los ritos de purificación de los judíos. Jesús les dijo: "Llenad de agua las tinajas". Y las llenaron hasta arriba. Añadió: "Sacad ahora y llevádselo al maestresala". Y se lo llevaron. Tan pronto como el maestresala probó el agua convertida en vino (sin saber de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al novio y le dijo: "Todos sirven primero el vino mejor; y cuando se ha bebido en abundancia, el peor. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora". Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. (Jn 2,1-11)

Reflexión

Podemos imaginar a Jesús, María y a los discípulos de Jesús, entre muchos familiares y amigos cercanos disfrutando de una boda bendecida con la presencia de Jesús. El Señor nos muestra en este Evangelio su complacencia en la santa unión de un hombre y una mujer, porque allí en esa Boda instituye el sacramento del Matrimonio al realizar su primer milagro. El Evangelio nos dice claramente que “la Madre de Jesús estaba allí”. Si, la Madre de Jesús siempre esta allí, donde esta Jesús. Ella está velando por las necesidades de los demás y se preocupa por el bienestar de sus hijos. Nuestra Virgen María, esta junto a Jesús para decirle, “no tienen vino”, no tienen salud, no tienen trabajo, no tienen vida, no tienen esperanza, no tiene fe. Si, allí esta nuestra Madre procurando colaborar en los asuntos de Jesús y con sus palabras humildes nos pide simplemente “Hagan, lo que Él les diga”, nos dice claramente confíen, no pierdan la esperanza, ¡entréguense a Él y escúchenlo!

Padre Nuestro, 10 Ave María (meditando el misterio), Gloria

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Tercer misterio luminoso: El Anuncio del Reino de Dios

Lectura

Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios; y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio". (Mc 1,14-15)

Reflexión

En este Evangelio Jesús nos invita a la conversión. Convertirse significa dejarlo todo para seguir a Jesús. Convertirse significa actuar por Cristo y en Cristo. Convertirse significa descubrir y agradecer las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Convertirse significa cruzar las fronteras de nuestro egoísmo y ver a Jesús en nuestros hermanos. Convertirse requiere abandonarse a la voluntad de Dios y estar agradecidos incluso en las desavenencias, enfermedades, humillaciones, falsos testimonios y descubrir en ellos que aceptándolos nos permiten demostrarle al Señor cuan inmenso es nuestro amor, porque amamos también lo que El dispone para nosotros y para nuestra salvación. Convertirse es amar con sinceridad. Convertirse es colocar a Dios en el centro de nuestras vidas y amarlo con todas las fuerzas. Para convertirse es necesario dejar en manos de Dios todo nuestro ser en cuerpo y alma. Convertirse muchas veces es saber callar para escuchar y saber hablar cuando necesitan de nuestro consuelo. Convertirse es colocar al Señor siempre en primer lugar, convertirse es olvidarse de nuestros intereses y comodidades. Convertirse es ser obedientes, es apartarnos nosotros para que sea el Señor quien protagonice. Convertirse es hablar con Dios primero y luego hablar de Él con nuestros hermanos. Convertirse es no temer a ser criticados por dar testimonio de cuanto Jesús nos ama y como ha transformado nuestras vidas. Convertirse es darse y servir a los demás, es buscar tiempo donde no lo hay y disfrutar de emplearlo para servir a un solo Dios. Convertirse es emplearse como obrero del Señor, declararse peón, servidor, el menos útil de todos. Convertirse es sentirse nada, es vaciarse de uno mismo y llenarse de Dios. Convertirse es reconocer que nuestra conversión y las conversiones de nuestros hermanos son méritos solamente de Dios.

Padre Nuestro, 10 Ave María (meditando el misterio), Gloria

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Cuarto misterio luminoso: La Transfiguración

Lectura

Unos ocho días después Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y Santiago y los llevó al monte a orar. Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente. Dos hombres, de improviso, se pusieron a hablar con él. Eran Moisés y Elías, que aparecieron con un resplandor glorioso y hablaban con él de su muerte, que iba a tener lugar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero lograron mantenerse despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Cuando éstos se alejaban de Jesús, Pedro dijo: "Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". No sabía lo que decía. Mientras él estaba diciendo esto, vino una nube y los cubrió. Al entrar en la nube, los discípulos se asustaron. Y una voz desde la nube dijo: "Éste es mi hijo, el elegido, escuchadlo". (Lc 9,28-35)

Reflexión

Jesús tomo a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan. Pedro, quien lo negaría tres veces, pecador arrepentido y perdonado por Cristo, encomendado para recibir la llave de la Iglesia. Pedro quien iría a Roma a testimoniar el amor y las enseñanzas de Jesús. Santiago quien se trasladó a España, sería el primer mártir de los discípulos y fue a su vez a quien la Virgen María le apareciese aun en vida y le animara a construir una Iglesia para su Hijo. Según la tradición, antes de su muerte, Santiago fue a Jerusalén para despedirse de María y del apóstol Juan, allí la Virgen le profetizo su martirio. El Apóstol Juan, el discípulo amado de Jesús, fue el único de los apóstoles que permaneció a los pies de la Cruz y por orden de Jesús tomo a María para llevarla a su casa y cuidar de ella. Estos tres apóstoles vieron a Jesús transfigurarse, fueron testigos de la gloria divina del Señor y recibieron la gracia de ver el Cielo. Eran tanta la felicidad que sentían que los tres deseaban quedarse allí. En este Evangelio Jesús nos enseña que existe un lugar mucho mejor que este lugar donde vivimos; donde muchas veces el sufrimiento nos confunde, las desavenencias nos llenan de desesperanza y nuestros pobres sentimientos de envidia y egoísmo nos hacen débiles a las malas tentaciones. Las tribulaciones y el ruido humano disturban nuestros sentidos. Y muchas veces las necesidades materiales vacían nuestro espíritu y endurecen nuestro corazón. Así como los apóstoles, Jesús desea que nos apartemos y en el silencio encontremos al Padre porque así lo hacia Él. Nos invita a valorar la oración y a vivir el mandamiento que nos dejó: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”, ¿para qué? Para que cuando nos encontremos cara a cara con el Padre podamos decirle cuanto hemos amado a nuestros hermanos.

Padre Nuestro, 10 Ave María (meditando el misterio), Gloria

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Quinto misterio luminoso: La institución de la Eucaristía

Lectura

Durante la cena Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomad, esto es mi cuerpo". Después tomó un cáliz, dio gracias, se lo pasó a ellos y bebieron de él todos. Y les dijo: "Ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que será derramada por todos". (Mc 14,22-24)

Reflexión

Podríamos imaginar a los discípulos alrededor de Jesús, escuchando palabras que quizás no comprendían, puesto que para ellos y para cualquiera de nosotros sería difícil entender que un pedazo de pan y una porción de vino puedan convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Para esto se requiere de una gracia especial que solamente viene de Dios y que es recibida solo por aquellos de corazón humilde “que creen sin haber visto”. Como diría Jesús a Santo Tomas en el momento de la Resurrección. Los misterios luminosos nos alumbran un camino que inicia desde el momento en que somos bautizados, luego nos conduce a entender la debilidad de Jesús ante el amor de su Madre; mostrándonos el poder de intercesión de María como abogada nuestra. Mas adelante nos invita a convertirnos con sinceridad y a creer en el Evangelio para llevarlo precisamente allí donde los sacerdotes no pueden llegar. Pero para esto Jesús nos pide tener un corazón humilde, un espíritu transfigurado en el Suyo y nos llama aparte para imitarlo en la oración. Luego, los apóstoles nos ilustran a Jesús en su gloria divina, nos describen un lugar más bello que este mundo y nos alientan a comprender que el sufrimiento es la esperanza de nuestra salvación. Y en este último misterio Jesús nos revela que se queda con nosotros en el Pan Eucarístico y nos pide “coman y beban de él porque este es mi Cuerpo”. Jesús nos dice claramente “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día”.

Padre Nuestro, 10 Ave María (meditando el misterio), Gloria

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.