Estudio
"Ved y retened lo que nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus palabras y realizado mediante sus obras"

Santa Cesárea


Como hermanas dominicas el estudio es un elemento importante de nuestra vida; él alimenta nuestra contemplación y nuestra actividad apostólica. (Const. 15)

En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza, constituye su sustento y vigor (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).

En la Sagrada Escritura nos habla el Dios vivo. Él quiere revelarnos por la fuerza de su Espíritu, las riquezas de su sabiduría. Con el contacto con la Sagrada Escritura reconocemos cada vez más el rostro del Señor, comprenderemos sus designios y conformaremos con Él nuestra vida. El don de la Palabra de Dios no se nos ha dado sólo para saber más, sino como fuente de salvación. (Const. 15)

 

El diálogo comunitario, cuyo punto central ha de ser el texto sagrado, nos ayuda a crecer en la armonía espiritual y hallar la unidad tan anhelada de nuestro obrar. Const. 16.

 

El estudio no solo nos permite crecer intelectualmente, sino también afectiva y sobre todo espiritualmente. Nos va proporcionando herramientas para ir afrontando mejor tanto las alegrías como las contrariedades de la vida, nos va perfeccionando en el camino del seguimiento de Cristo según los pasos de Nuestro Padre santo Domingo, que consideró el estudio como una oportunidad para iluminar la mente y dirigir el corazón hacia Dios.

 

El estudio asiduo alimenta la contemplación, fomenta con lúcida fidelidad el cumplimiento de los consejos evangélicos, por su misma continuidad y dificultad implica una forma de ascesis, y es una excelente observancia en cuanto elemento esencial de toda nuestra vida.

 

 

La originalidad de Santo Domingo de Guzmán consistió en colocar el estudio al servicio de la predicación, en dar a éste una significación y una finalidad específicamente apostólica, es decir que el estudio era un instrumento para presentar las verdades de la fe en Jesucristo de manera coherente, evitando caer en las herejías que por entonces abundaban, así lograr la salvación de las almas. 

 

Santo Domingo siguiendo la tradición de los Maestros, pone el estudio al servicio de su proyecto apostólico y de la búsqueda permanente de la verdad. El estudio es un componente esencial del proyecto de la Orden de los predicadores, es por ello que no se concibe un verdadero Predicador, si no se dedica al mismo tiempo a la contemplación de la realidad y al estudio de la verdad sagrada. Para lo cual el estudio dominicano tendrá un carácter teológico y filosófico; teológico porque se centrará en el estudio de la verdad sagrada para ser anunciada y predicada. Filosófico porque ayudará a comprender la condición humana y nuestro lugar en el cosmos.

 

De este modo podemos caracterizar dos rasgos importantes en la comprensión del estudio, que de alguna manera definirán la trayectoria histórica y espiritual de la Orden de Predicadores, dos rasgos que se encuentran como lemas entre los dominicos/as: VERITAS, es decir, Verdad, y ‘CONTEMPLATA ALIIS TRADERE’, traducida por, contemplar y dar lo contemplado.

 

Primer rasgo: Veritas. - Con el lema VERITAS, la Orden de Predicadores no hacen más que recordar un ideal para toda persona. Este ideal de la Verdad, permitió poner de manifiesto la importancia esencial que tiene el estudio en el proyecto dominicano. El estudio es entendido como búsqueda constante de la Verdad absoluta, es por ello que la Orden de los Predicadores asumen el título de la Orden de la Verdad.

 

 

Segundo rasgo: la actividad contemplativa. - Hablar de la actividad contemplativa dominicana, en la dinámica del estudio, fue siempre realizar la conexión entre la vida espiritual y las principales aspiraciones y necesidades del ser humano. Para el dominico contemplar es dejar abierta la vía del intercambio; es llevar a su reflexión los afanes del ser humano y de devolver con un efecto de bendición y divinización las respuestas, las oscuridades o los interrogantes, iluminados por la luz y el calor de Dios, de modo que vivir en la contemplación, al estilo dominicano, siempre generó personas de encuentro. 

 

Encuentro entre Dios y los hombres y encuentro de los hombres entre sí. Por eso la contemplación dominicana intentó ser una “teología de Dios para los hombres” y una “antropología del hombre para Dios como nos recordará Fray Jordán de Sajonia. (Jordán de Sajonia, OP, 1998, p.20). Así reflexionando, Santo Tomás de Aquino afirmó que la vocación de todo dominico debe ser contemplar y dar lo contemplado (Jordán de Sajonia, OP 1998, p.27).

El estudio sapiencial se despliega necesariamente como compasión intelectual: una forma de compasión que presupone la comprensión intelectual obtenida o desarrollada por el estudio; y una forma de comprensión que lleva a la compasión.

Entonces, aunque la misericordia y compasión de Dios llegan al mundo en una multitud de modos, por el carisma dominicano llegan a través del estudio y la búsqueda por la verdad. El estudio está así unido a esa misericordia que nos mueve a proclamar el Evangelio del amor de Dios al mundo y la dignidad que resulta de tal amor. El estudio ayudará a percibir las crisis, necesidades, anhelos y sufrimientos ajenos como propios.

Entender el estudio bajo las dos perspectivas mencionadas, nos lleva a afirmar que la misión intelectual en la Orden de los Predicadores los llama a compartir no sólo los gozos y las esperanzas, sino también las oscuridades, las tristezas, las angustias y las lágrimas que tiene el hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres, y de cuantos sufren. Son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.

 

“Un corazón que perteneció por entero a Dios, que se sintió amado fuertemente por Dios, que amo solo a Dios”

Madre Cherubine