Pilares de la Orden de Predicadores

Oración
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”

Ap 3,20

La oración es nuestra fuente, el centro de nuestra vida, condición necesaria para proclamar el Evangelio (cf Mc 1, 35-38). Viene a ser el contexto de todas las decisiones y acontecimientos importantes (cf Lc 6, 12-16). Sólo a través de la oración seremos capaces de responder a nuestra consagración como hermanas dominicas, porque la oración y la contemplación nos capacitan para mirar el mundo con los ojos de Dios, con profundas entrañas de misericordia.

Mediante nuestra oración en común, nuestra oración personal recibe sustancia, riqueza y grandeza. En el íntimo coloquio con Dios permitimos que su gracia obre más fácilmente en nosotras, cada día hemos de tomarnos un tiempo para que el amor de Jesús pueda echar profundas raíces en nosotras. (Const.3)

La vida con Dios sólo puede madurar en el silencio, por ello cada hermana debe reservar, en su horario de cada día, algunos tiempos de silencio, el silencio nos ayuda a la intimidad con Dios y hace madurar nuestro amor al prójimo.

Vaciadas de nosotros mismas en la oración y humildemente consagradas al Señor, hemos de vivir nuestra vida diaria en unión cada vez más íntima con Cristo. Quien persevera en Él y vuelve cada día más a Él, permite que el señor renueve cada día su amor, su alegría, sus dolores. Y también nosotras experimentamos aquel “ya no vivo yo, sino Cristo es quien vive en mí” (Gal. 2,20).  (Const. 9)

Jesus quiere que oremos los unos por los otros, todos formamos en el un solo cuerpo. En virtud de esta unión oramos por nuestras hermanas, por todos nuestros compañeros de peregrinación, por nuestros familiares, amigos y por los que nos estan confiados. (Const. 11)

“Que rápido pasa el tiempo, y que poco se puede hacer para Dios!”
by Madre Cherubine

Madre Cherubine