«Prestad oído y venid a mí; escuchad y vivirá vuestra alma» (Is 55,3)

Incorporar nuestro cuerpo al silencio es necesario porque nos llevará al reposo interior y a la paz. Igual como el hablar, el silencio pertenece sustancialmente a nuestra vida. Nos abre y nos hace disponibles para Dios, por eso tenemos que ejercitarlo y profundizarlo; pero además ser capaces de decidir espiritualmente sobre la necesidad de un diálogo.

Santo Domingo ha exhortado a sus hermanos a la práctica del silencio para que fueran interiormente sabios. Esta sabiduría no es otra cosa que una marcada conformidad del alma con Dios. (Const. 7)

  • Guardamos silencio desde el final del día hasta la Santa Misa en la mañana.
  • El en ambiente de los dormitorios, y en la celda interior guardamos silencio.

Para Santa Catalina de Siena, la celda interior era:

  • Condición inicial para entrar en la auténtica vida espiritual de amistad con Dios.
  • Ámbito interior en el que se busca al Señor y su voluntad, teniéndolo siempre presente.
  • Actitud consciente por la que la luz y fuego divino se cultivan en soledad, silencio, amor, vaciamiento de lo que no es Dios y su amor.
  • Vida reflexiva y amorosa para obrar con discernimiento conforme a la voluntad de Dios.

La “Celda” indica un pequeño espacio propio en el que podemos retirarnos. Conforme a la tradición de nuestra Orden, el silencio de la celda ha de favorecer la escucha de la eterna Palabra. “Silentium est pater praedicatorum” el silencio es el padre de los predicadores.

Cada principio es difícil, y esto sentirá usted de diferentes maneras, pero nosotras solas no podemos nada, y si Dios nos exige algo, entonces el tiene que hacer la mayor parte.

Madre Cherubine